Un día, de repente, una voz desde adentro: ¿qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es esto para lo que estoy acá, para ser un delincuente? Entonces dejé todo lo que estaba haciendo mal: paré con el alcohol, las drogas y cualquier otro tipo de exceso. Desde entonces la única clave fue autodisciplina del ego.
Johnny Ramone
-"Quince minutos antes del final posiblemente ame lo que hoy odio y
odie el resto. Cuanto falte para eso, me importa una mierda..." Pensó
de repente mientras encerraba de una portazo los reclamos de su madre
y arrancaba la marcha con la cabeza fija en la farmacia de Don
Humberto.
-"Espéreme un segundito..." Sugirió con gesto nervioso el farmacéutico
a su cliente, indicándole después con inocultable fastidio el camino
hacia la salida. -"Ya te dije que cuando tengo gente no me vengas,
pibe. Con ese aspecto me espantás la clientela. Sentate ahí y no
toques nada por favor."
Se acomodó junto al viejo nebulizador y observó la mancha de vómito en
su borcego y por un instante recordó la voz del gordo Marcos: -"Dale,
lanzá boludo. Metete bien los garfios y lanzá." Pero ninguna imagen
acudió a su mente.
-"No, de esas no voy a recibir hasta la semana próxima, pibe. Te puedo
ofrecer ... A ver cuanto tenes ? Por esa guita no podes hacer mucho."
El viejo guardó los billetes que el pibe acababa de robarle a su
madre y lo acompañó hasta la puerta ante las despectivas miradas de
la clientela.
Al llegar a Barrancas, Poqui, el gordo Marcos, Morza y su nueva novia,
la negra siouxsie, fumaban un porro y se reían de todo lo que podían.
Sus voces sonaban gangosas, las caras empezaron a deformarse y se hizo
imposible entender lo que decían.
-"Que onda con este chabón !" Dijo Poqui mientras intentaba sacarle el
frasco de jarabe sin éxito. -"Loco, dejemoslo acá, viste. Este
boludo esta siempre dado vuelta." Sugirió el gordo Marcos. Tenían
que encontrarse con los pibes de Quilmes en la estación. Ellos venían
en tren desde Retiro. Así que lo acomodaron contra un árbol y se
fueron.
Cuando salieron de la comisaría, la madre todavía con los ojos llenos
de lágrimas le preguntó por enésima vez que iba a hacer con él.
-"No puedo amar ni odiar a nadie. Todo me chupa un huevo. Hasta los
quince asquerosos minutos, mami." -"Si queres hacer algo por mi,
vamos a lo de don Humberto."